Dividuum rompe con uno de los consensos filosóficos más arraigados de nuestro tiempo: la primacía de la individualidad. Una concepción fosilizada en lo uno que estanca el pensamiento en los territorios del derecho, la propiedad, la unidad e incluso la comunidad —como cercamiento unificante—.
La ruptura de lo dividual implica, para empezar, que se puede entender mejor la nueva condición dividual del capitalismo maquínico donde las economías de derivados y algorítmicas necesitan de la disección de datos y deseos para expandir e intensificar la acumulación, la servidumbre y la obediencia. Pero la dividualidad no es solo una forma mucho más precisa de entender el capitalismo contemporáneo, también es un concepto denso cuyos componentes atraviesan los comentarios de Cicerón a Platón, las notas de Gilbert de Poitiers a Boecio, Nietzsche, Strathern, Guattari, Deleuze, saberes indígenas o los movimientos sociales del presente.
Y, sobre todo, lo dividual también puede suponer una ruptura en las formas de concatenación social y conceptual, donde se despliegan nuevas máquinas revolucionarias, abstractas y sociales; donde se trazan las líneas de una nueva revolución condividual de las luchas sociales; donde se precipita una actualización de los territorios subsistenciales y donde se trenza ya una nueva filosofía de la multiplicidad.
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