Puede resultar interesante indagar qué pueblos y culturas se han protegido de la acumulación de poder y cómo lo han hecho. Si miramos al presente o al pasado, resulta obvio que hay diversos pueblos que han demostrado un enorme desprecio por la desigualdad, el egoísmo y la violencia. Desde este punto de vista podemos poner en duda muchos prejuicios sobre la superioridad de las sociedades occidentales sobre otras culturas. Resultaría sencillo poner un ejemplo: si valorásemos el sentido de comunidad y la preocupación por el equilibrio social, la generosidad o la autosuficiencia, resultaría que las sociedades occidentales no son en absoluto sociedades avanzadas y tendríamos entonces que envidiar cómo en determinadas culturas se articulan normas sociales que obstaculizan la posibilidad de que unos grupos sociales puedan ejercer alguna forma de dominación sobre otros.
Este es el eje sobre el que gira Pueblos sin Estado. Antropología y anarquismo que, de esta manera, cuestiona que toda norma legal sea una herramienta de dominación. Holterman penetra en las costumbres de diferentes pueblos, donde las normas no escritas, sus leyes nunca plasmadas en códigos, sirven para asegurar una igualdad que impida la centralización del poder. Ese modo de organización social no sería el simple fruto de las circunstancias económicas y materiales, sino que sería una decisión colectiva. Esta idea desmiente que formas de centralización del poder político como el Estado sean un avance y que las sociedades sin Estado vivan ancladas en un estadio primitivo de la evolución humana.
Holterman dedica, además, una atención especial al análisis de la inteligencia colectiva que posibilita en múltiples comunidades un sistema basado en la justicia restaurativa. Su lectura aporta lecciones que debiéramos tener muy en cuenta.
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