La finalidad, caminar hacia una sociedad libre y justa desde la contracultura, la autogestión y la rebeldía. EL LOKAL, dentro de nuestras posibilidades y deseos, entendemos que debe ponerse al servicio de las luchas que se originan tanto en el barrio, como en el resto de la ciudad, y el mundo.
Llamamos «malismo» al antiintuitivo mecanismo propagandístico que consiste en la ostentación pública de acciones o deseos tradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir un beneficio social, electoral o comercial. Quizás sea en política donde este fenómeno asentado en la última década en Occidente resulta más llamativo. Una representante pública entiende la destrucción de las infraviviendas de las personas sin hogar como un acto autopromocional. Otra aumenta su aceptación popular tras calificar de «mantenidos subvencionados» a los desfavorecidos afectados por una pandemia. Un alcalde se jacta de que no hará nada en absoluto por aquellos estudiantes y trabajadores que no pueden acceder a una vivienda digna en la ciudad que gestiona. Insultar a alguna minoría o mostrarse agresivamente contrario a consensos de mínimos como la justicia social o la Agenda 2030 es hoy en día tendencia en la propaganda política. Pero el malismo está también muy presente en cualquier forma de comunicación a pequeña o gran escala. Los bares de moda ostentan nombres canallitas. En los concursos de televisión son bien recibidas las figuras de poder que humillan a sus concursantes. El nuevo cristianismo neopentecostal que triunfa en nuestros barrios no es ya una religión de amor sino una de odio al diferente. Soldados sionistas difunden con orgullo pruebas audiovisuales de sus propios crímenes de guerra. Lo malote ha dejado de ser solo un sistema ingenioso para vender el producto musical de un grupo de jóvenes punks de barrio o un vídeojuego gamberro. Es una eficiente fórmula publicitaria que ya
no se dirige contra los poderosos, sino que es una herramienta de estos.
Ha trabajado como humorista gráfico para multitud de periódicos como El País, Diario 16, Diario Vasco, Egin, Gaceta del Norte o Público; y revistas como El Salto, El Víbora, Makoki, El Gran Musical, Interviú, Primera Línea o Cinemanía. La mayoría de su obra se caracteriza por la presencia del sentido del humor con una crítica contundente y directa de la realidad social. Lleva más de una década comentando la actualidad sociopolítica y cultural en la radio. Ha publicado medio centenar de libros de historietas y ha escrito un exitoso largometraje, cuatro obras de teatro y algunos episodios de dibujos animados. Desde hace un cuarto de siglo mantiene una página semanal en El Jueves y es socio fundador de la longeva revista satírica vasca TMEO. También ha ilustrado portadas de discos, carteles, videoclips, álbumes de cromos, conciertos en directo, posavasos, ensayos, calcetines o recopilatorios de poesía. Con sus grupos Fat Esteban, Esteban Light y Tyrexitone ha grabado un puñado de discos que recogen muchas de sus propias canciones. Trocitos de mi vida es el título de su más conocida serie de videoarte doméstico. A veces pinta murales de gran formato o pequeños cuadros de santos auxiliadores, edita obra gráfica, realiza collages e imparte charlas sobre los mecanismos del discurso humorístico. Vive en Madrid desde 1987 y siempre lleva encima un pegamento de barra, unas acuarelas y una libreta.
Autor/a
Mauro Entrialgo
Editorial
Capitán Swing
Idioma
Castellano
ISBN
978-84-128787-8-3
Pàgines
160
Publicació
octubre 2024
Pes
0,250 kg
Dimensions
22 × 14,2 × 1 cm
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